Después de varios meses de espera finalmente hoy lloran las nubes, el clima está muy frío y solo escucho el cantar de las águilas mientras tomo una taza de café bien caliente, de vez en cuando percibo la voz de uno que otro caminante murmurando tonterías.
Decidí escribirte está carta que había evitado redactar ya hace mucho tiempo, no tenía el coraje de tomar lápiz y papel y junto a un silencio interminable comenzar a trazar líneas.
Soy cobarde, quizás no demasiado, pero para cuando leas esto ya la vida a sido demasiado justa contigo.
Débil ya no eres, y nada puede romperte. Creciste y te levantaste de fuertes caídas, así que no permitas que nadie decida por ti, sea cual sea la decisión que tomes esa será la correcta, creo en ti.
No te arrepentirás de nada, lo que pasó era justo lo que tenía que pasar.
Estoy segura de que ahora estás dónde siempre quisiste estar, rodeada de las personas y de los momentos que la vida tenía preparada para ti.
Cuando comencé a escribirte tenía muchas ganas de llorar, me sentía insuficiente e insegura, pero para el día que me leas estaré orgullosa de ti.
Eres fuerte, que no importa si en el camino trazado tomaste vías alternas, lo importante es que llegarás al destino.
El tiempo enseña y la vida es rara, pero no olvides siempre mirar hacia el norte.